"Lazarus", una de las últimas obras maestras de David Bowie, se encuentra en su álbum "Blackstar", lanzado en diciembre de 2015. A través de esta canción, Bowie aborda temas profundos y existenciales, llevándonos a un viaje que explora la vida, la muerte y la búsqueda incesante de libertad. En ella se percibe el ingenio del artista para tratar con valentía su propia mortalidad, algo que resonó especialmente debido al contexto de su enfermedad y fallecimiento poco después del lanzamiento del álbum.
La letra comienza con una declaración impactante: “Look up here, I’m in heaven”. Este verso puede interpretarse como una referencia al propio Bowie enfrentando su inevitable fin. La idea de tener “cicatrices que no pueden ser vistas” sugiere un dolor interno o emocional que contrasta con la imagen exterior que los demás perciben. Es un sentido profundo de vulnerabilidad que muchos pueden encontrar relacionado con sus propias experiencias.
A medida que avanza la canción, se siente una creciente sensación de desesperación en líneas como “I’ve got nothing left to lose” y “I'm so high it makes my brain whirl”. Aquí el tono cambia hacia un estado casi caótico, reflejando quizás el desenfreno y el excesivo estilo de vida que ha acompañado a Bowie a lo largo de su carrera. Al mencionar haber vivido como un rey en Nueva York pero luego haber agotado sus recursos mientras busca a alguien ('looking for your ass'), Bowiesubraya la lucha cotidiana frente a las adversidades personales y económicas. Esta transición entre el esplendor y la caída está cargada de ironía; refleja cómo lo efímero del éxito puede dejarnos vacíos si no hay más sustento por dentro.
La repetición del verso final “Oh I'll be free / Just like that bluebird” evoca una sensación esperanzadora; la imagen del pájaro azul simboliza libertad y trascendencia. La lucha por encontrar esa libertad parece ser uno de los principales motores emocionales detrás de esta pieza. Aunque Bowie se enfrenta abiertamente a lo desconocido —consciente tal vez del fin— hay una poderosa afirmación sobre poder liberarse incluso en los momentos más oscuros.
Un dato curioso es cómo "Lazarus" fue presentada al mundo junto con un clip musical inquietante —en él vemos a Bowie emergiendo desde una cama, cubierto apenas por unas sábanas— cargando simbólicamente todo el peso del contenido lírico. La producción fue creada por Tony Visconti, colaborador habitual de Bowie, quien también produjo varios álbumes emblemáticos anteriores.
La recepción crítica fue extremadamente positiva y muchos vieron en "Lazarus" no sólo una obra musical increíble sino también un testamento poético ante la muerte inminente del artista. El título mismo ofrece múltiples capas significativas: ‘Lázaro’ resucita en los relatos bíblicos, asociando así el nombre con renacimiento y esperanza incluso frente al sufrimiento.
En conclusión, "Lazarus" es mucho más que una simple canción; es un reflejo conmovedor del alma humana ante la dualidad de nuestros logros y dramas internos. A medida que escuchamos cada nota e interpretación vocal cargada por parte de Bowie, somos testigos no solo de su lucha personal sino también de nuestra propia fragilidad e deseo profundo por la liberación y aceptación final frente a lo desconocido. La habilidad lírica excepcionalmente introspectiva diagrama el paisaje emocional perdido entre estar vivo y llegar al eterno descanso, ofreciendo así un cierre valiente al legado impresionante dejado por este ícono musical.